(28 DE FEBRERO, 2022) Por J. Jesús Esquivel
Armas, drogas y periodistas
Washington – En un México tan sesgado y con un círculo rojo pensando en que todo se resuelve y discute en las redes sociales a las que la mayoría de los mexicanos no tienen acceso, y si lo tienen optan por trabajar o ponerse a hacer cosas de mayor importancia, la consternación por el asesinato de periodistas se interpreta como injerencia.
Me lloverán los calificativos de malinchista por lo que aquí en Entre calaveras y diablitos queremos argumentar, pero que cada quien juzgue. La semana pasada asesinaron en Sonora a Jorge Camero Zazueta, el séptimo periodista ejecutado en los primeros dos meses de este 2022.
No es que los reporteros sean una especie privilegiada o diferente a las decenas de personas asesinadas todos los días en nuestra sangrante república mexicana. Para la huesuda no existen clases sociales ni profesiones u oficios; tarde o temprano nos cargará a todos.
La semana pasada y, nuevamente sin necesidad, el presidente Andrés Manuel López Obrador mostró que nadie debe atreverse a expresar consternación por lo que ocurre con los periodistas en México; mucho menos un funcionario de un gobierno extranjero y en especial estadunidense. Antony Blinken, el secretario de Estado de Joe Biden, en su cuenta oficial en la plataforma de Twitter, escribió un mensaje para expresar “preocupación” por el “número elevado” de periodistas asesinados en nuestro país en lo que va de 2022. Cuando Blinken se expresó, eran seis los colegas ejecutados; faltaba Camero Zazueta.
AMLO interpretó el tuit de Blinken como intervencionismo y desconocimiento de la realidad mexicana. El encargado de la política exterior de Estados Unidos en su mensaje no reclamó ni mucho menos responsabilizó al gobierno del presidente mexicano del azote de violencia contra los periodistas. AMLO no se conformó con ver moros con tranchete donde no había, habló de “crímenes de Estado”.
La rabieta del presidente obligó al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, a mandarle una carta a Blinken en la que, en el lenguaje de nosotros los mortales, se entiende como “no se meta en lo que no le importa”. Para colmo, y como alimento de las teorías de la conspiración, luego de que Ebrard mandara su misiva a Bliken, en la Casa Blanca la vocera de Biden intentó aclarar que lo que preocupa es el número de asesinatos de periodistas registrados en México en menos de dos meses.
Jen Psaki, la portavoz de la Casa Blanca, no tenía la intención de hablar de los asesinatos de periodistas mexicanos. Rusia había invadido a Ucrania y si revisan la transcripción de la conferencia de prensa de esa tarde, el 97% de las preguntas que le formularon tuvieron que ver con el conflicto entre Kiev y Moscú.
Lucía Leal, la reportera de la agencia de noticias española EFE, acreditada ante la Casa Blanca y a quien este tecleador conoce como amiga y colega, tuvo la suerte de que Psaki le diera la palabra y preguntó sobre la carta de Ebrard a Blinken. Otra vez, la reacción del gobierno estadunidense ni con la misiva del canciller responsabilizó y reclamó al gobierno de AMLO por los crímenes de periodistas.
Solito el presidente se puso el saco y fue a un baile de polka vestido de rumbero. Para colmo, Jesús Ramírez Cuevas, el vocero de Palacio Nacional, no se quiso quedar atrás y en Twitter indirectamente culpó a los estadunidenses del asesinato de periodistas mexicanos porque las armas con las que son ejecutados vienen de tierra gringa. Esto es cierto, pero un argumento así de amañado nos mete en un callejón sin salida de acusaciones. No vale la pena revivir un pleito viejo con Estados Unidos que no favorece ni deja bien plantado a nadie.
Por su fracaso en la guerra contra las drogas e incapacidad para atender la adicción a los enervantes de sus ciudadanos, el gobierno de Estados Unidos tendía a acusar a México de su problema de salud pública y educación. ¿De dónde vienen y por la frontera de qué país entran las drogas que se consumen por miles de toneladas en Estados Unidos? De y por México. Este hecho no nos hace responsables de que mueran en promedio 274 estadunidenses por una sobredosis cada 24 horas. Son los gringos y nadie más los responsables de cuidar que por sus fronteras no entren los estupefacientes. El gobierno de México es el responsable de sellar la frontera norte para dar garantías a la sociedad de que no entren las armas traficadas ilegalmente desde Estados Unidos.
¡Bienvenidas las mentadas y pedradas!
*J. Jesús Esquivel es periodista, escritor, editor y productor mexicano. Actualmente es corresponsal en Washington de Proceso y colaborador de Aristegui Noticias.